12 hábitos de año nuevo para... ¡disfrutar la vida!
¿Año nuevo, yo nuevo? Un cliché tan alentador como irreal. Así he desterrado la productividad como guía de mis propósitos, y te cuento por qué.
Vayamos al grano:
Soy esa persona incómoda.
Ya sabes a cuál me refiero: llena de energía de “año nuevo, yo nuevo”, repleta de ideas que llevar a cabo y metas ambiciosas, la que elige con entusiasmo una nueva agenda y completa cada noche su habit tracker…
En pocas palabras: me encanta el año nuevo.
¿Energía pura o exigencia agotadora?
Sí, es cierto. La vuelta de la mágica noche de Reyes es también uno de esos momentos del año en los que más nos golpea la culpa y la exigencia. Creemos que debemos dar el 400% de nosotros mismos, llegar a todo y tener el calendario totalmente organizado.
Tanto si has logrado desconectar unos días, como si no, el calendario no frena, sigue acumulando tareas sin hacer que me recuerdan que ser freelance exige saber lidiar con esa maldita sensación de culpa constante cuando nos dedicamos, ni más ni menos, que a disfrutar de la vida.
Pero este año siento que, en tan solo siete días de este nuevo año, he pasado ya por todos los posibles estados que tienen cabida en mí. Y eso me ha traído una nueva perspectiva: los objetivos de año nuevo no tienen por qué ser serios y centrarse únicamente en cosas "productivas", como ir al gimnasio, ahorrar dinero o dejar malos hábitos. ¡También pueden - y deben - ser banales, intrascendentes y divertidos!
Todo empezó por un año nuevo sevillano
Brindando en Sevilla puse el broche de oro al año que cerramos. No conocía esta maravillosa ciudad de la que tantas veces me había enamorado en la distancia por cómo me habían hablado de ella.


Allí reconecté con esa sensación que tanto me apasiona al viajar; pasear cámara en mano por todos los rincones que el tiempo me alcance a descubrir. Me sorprendí a mí misma al comenzar a saborear, alejando por primera vez mi versión más Grinch, cierta ilusión por los recuerdos que me ha regalado esta Navidad.
Me llenó el corazón tener a mi perra aún conmigo - lidiamos desde hace 9 meses con un odioso compañero de viaje: un cáncer agresivo al que la maravillosa ciencia ha logrado poner, de momento, en stand by. Como ajena a todo ello, correteaba feliz junto al río en un día de sol resplandeciente y cielo azul. Qué regalo más indescriptible.


Fue un viaje corto, pero intenso. El ambiente mágico de Sevilla se nos coló por las venas y, en un abrir y cerrar de ojos, volvía conduciendo a Madrid feliz, dispuesta a planificar mis objetivos del año con el mayor de mis esmeros y ponerme manos a la obra ese mismo día.
De la energía pura a la frustración en 24h
Hay algo en lo que no me doy por vencida, y esta vez me ha pasado factura. Hace muchos años que utilizo apps para compartir largos viajes por carretera y así disminuir gastos, contaminación y conocer gente interesante. Sin embargo, mi sensación es que, últimamente, el perfil de la gente que encuentro no es lo que solía ser.
Solía pasar viajes enteros parloteando sin parar. Recuerdo a una chica argentina que solo llevaba un día en España y lo primero que decidió hacer fue subirse a mi coche para ver por primera vez el mar, y así empezó a contarme maravillas de su tierra, o una editora de un periódico francés que vivía en un pueblo a las afueras de París, dos mujeres belgas que me acompañaron hasta Suiza y con quienes las horas volaban, pasando por mil historias más que han dado vida a mis horas de carretera y a mi ansia viva por conocer gente diversa que me nutre como aire fresco en pleno verano.
Sin embargo, últimamente, siento que cada vez instrumentalizamos más nuestras conexiones. ¿Soy yo? ¿Se ha perdido esa magia de descubrir y aprender de la persona con la que nos cruzamos? ¿Ya solo nos subimos a un coche y cogemos el móvil para llamar como si se tratase de un autobús que nos llevará a cumplir nuestro objetivo de traslado?
Volvía conduciendo, recordando y agradeciendo cada instante vivido en Sevilla, y tratando de despojar mi sensación de hastío por los pasajeros que compartían este viaje conmigo, cuando me percaté de que la chica - una veinteañera de aspecto y forma de actuar muy cool desconsiderada - no dejaba de toser.
Oh, oh.
Pues sí. Como podéis imaginar, mis últimos 5 días han sido un maravilloso viaje entre clínex, un termómetro marcando casi 39 de fiebre, un ir y venir de mi chico a la habitación deshaciéndose en cuidados y, por supuesto, un listado interminable de todas esas mil tareas que me había propuesto en mi tope de energía y motivación agolpándose sin parar, ya nada más empezar el año.
“Primer día de acción de 2025 y lo único que puedo marcar como hecho es un nuevo récord de clínex usados”, pensé, frustrada y agobiada. Todo por no aceptar que mis ganas insaciables de seguir conociendo gente viajera quizá ya no deba ser en apps de car sharing, o que - esto es mucho peor - quizá me empiece a costar conectar con otras generaciones.
El caso es que, en mitad de la frustración, me planteé por qué los grandes propósitos de año nuevo son siempre grandes metas y tareas tan grandes y exigentes cuya planificación se llevaría por delante una simple gripe.
Así que me propuse pensar en acciones que pudiera llevar a cabo incluso desde mi yo más low, y me descubrí creando una lista de propósitos totalmente diferente a la habitual. Aquí va:
❶ Las dos primeras horas del día serán para mí: este año he decidido que, cada mañana, el tiempo desde las 8.00h hasta las 10.00h va a ser únicamente para mí. Para despertar tranquilamente, hacer ejercicio, pasear con mi perra o meditar. Será mi forma de enseñarme a priorizarme tras tantos años de priorizar hasta la petición más absurda de cualquier cliente por delante de mí.
❷ 12 meses, (al menos) 12 libros. (¡Iré compartiendo mis impresiones!) Ahora mismo estoy leyendo La bailarina de Auschwitz y me está enamorando.
❸ Gratitud hasta en la sopa. Quiero frenar y reparar - de verdad- en cada instante mágico que nos rodea. Albert Einstein dijo: «solo hay dos formas de vivir la vida. Una es como si nada fuera un milagro. La otra es como si todo fuera un milagro». Me he estancado demasiado tiempo en la primera visión y estoy empeñada en fomentar la segunda, porque el gran aprendizaje de mi año anterior es que la gratitud es el gran gamechanger de nuestra mente y nuestra emoción.
❹ Ver el atardecer desde un lugar bonito 2 veces al mes.
❺ Probar algo nuevo una vez al mes, ¡lo que sea!
❻ Crear un frasco de gratitud: escribir una cosa por la que estoy agradecida cada semana y luego leerlas todas al final del año.
❼ Good vibes moment: realizar una acción buenrollera o bondadosa una vez al día, como un donativo a alguien necesitado, llevarle un café a alguien o sonreír a las personas que te cruces.
❽ Crear una zona sin teléfono durante 30 minutos todos los días: sin pantallas, solo tiempo y espacio para leer, escribir un diario, cocinar o simplemente estar presente.
❾ Despejar un espacio de mi casa cada mes, ya sea una habitación o simplemente un cajón, para limpiar, organizar y ordenar mensualmente. Como absoluta incompetente del orden, esto es un must have para mí.
❶𝟎 Conocer un nuevo lugar de mi ciudad, una ruta o una escapada una vez al mes.



❶❶ Disfrutar mucho más del trabajo - y trabajar más desde lugares que amo. Como mente dispersa sin remedio, he cogido la mala costumbre de concebir cualquier encargo de un cliente como algo en lo que me tengo que concentrar de forma extrema para no liarla. Eso ha hecho que haya empezado a detestar proyectos que antes amaba. El mood en el que necesito entrar para no despistarme de forma constante me impide disfrutar del proceso. He decidido soltarme un poco más, reírme y disfrutar durante cualquier proceso creativo, y ver que no se acabará el mundo si con ello vienen más equivocaciones, porque seguro también llegará más creatividad e inspiración.
❶❷ Viajar, viajar y viajar.
Lo curioso de todo esto es que, aunque parezca no tener ningún sentido, cinco horas en mi furgo con una chica desagradable y griposa me han hecho darme cuenta de lo ultra enfocados que están nuestros objetivos a lo laboral y a la más pura productividad, y me han ayudado a darme cuenta de lo necesario que es incluir en la planificación de los grandes objetivos de mi vida algunos de los más importantes - y más olvidados entre nuestras metas: los detalles más sencillos, el disfrute, la curiosidad y el descubrimiento.
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Muy buen post, Cristina. Acabo de descubrir tu Substack y la visión de lo que plasmas al menos en este escrito casa mucho con lo que me hizo empezar a publicar por aquí: la slow life y el aprovechar los momentos diminutos como si fueran (que lo son) espectaculares. Tienes un nuevo suscriptor. Nos leemos por aquí!