Cinco rutas para disfrutar de la naturaleza en la gran ciudad
Mis rutas favoritas de la Sierra de Madrid para descubrir rincones mágicos y desconectar del bullicio de la ciudad.
¡Hola! Soy Cristina Garay, periodista especializada en lifestyle consciente, viajes y sostenibilidad. En este rincón virtual encontrarás inspiración para vivir como sueñas, reflexiones sobre crecimiento personal, consejos sobre lifestyle consciente, mindset y viajes. ¡Suscríbete aquí para unirte!
🖋 El tema de hoy: ¡vente de ruta!
∞ Hoy te recomiendo: el libro La bailarina de Auschwitz, de Edith Eger. Lo estoy devorando a fuego lento y se va a ir directo a mi top cinco.
🚐 Viajes: planeando mi próxima escapada. ¿Alguna recomendación?
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👩🏻💻 Journal prompt. “¿Cómo me siento al estar inmerso en este paisaje? ¿Qué reflexiones surgen mientras camino?" 🌿🏔️
Nunca he sido una chica de ciudad.
A medida que los días se alargan y el sol comienza a templar la piel, crece mi pulsión por escapar de los rascacielos. Por alejarse del asfalto, del ruido, de la urgencia.
Hay un momento —justo cuando enero empieza a aflojar su puño— en el que Madrid se llena de miradas que buscan horizonte. Porque la ciudad, con todo su fulgor, también agota. Y entonces, ahí está la montaña, esperando para recargarnos.
Alrededor de la capital se despliegan senderos que invitan a perderse, a caminar sin prisa, a escuchar el silencio roto solo por el crujido de las hojas y el murmullo del agua. Hay rutas para quienes buscan el reto y para quienes solo quieren respirar hondo, para quienes caminan solos y para quienes enseñan a sus hijos que la mejor pantalla es el paisaje.
Hoy, cinco caminos para escapar, para resetear, para recordar que más allá de la M-30 existe el tiempo lento.
El Yelmo, la Pedriza
Dentro de la Pedriza, ese laberinto de granito que enamora a los montañeros madrileños, se esconde un sendero que conduce hasta el Yelmo. Un risco imponente, guardián del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, desde cuya cima el skyline de Madrid se ve a lo lejos, como un espejismo.
Desde que el geólogo Casiano del Prado lo ascendió por primera vez en 1864, el Yelmo se ha convertido en un hito para senderistas y escaladores. En la Peña del Diezmo, los únicos protagonistas son la roca, el silencio y la noche estrellada para quien busca vivac.
No muy lejos de aquí, el Pájaro impone su perfil vertical, con rutas de adherencia que han hecho de la Pedriza un santuario de la escalada. Más de mil vías abiertas, una escuela de técnica y estrategia, una pared que desafía y seduce.
El río Manzanares nace tímido por estas tierras, deslizándose entre riscos y bañando paisajes de otro tiempo. A su paso, la Charca Verde, una de esas piscinas naturales que la gente tanto ama, y tanto daña. Hoy el baño está prohibido, un recordatorio de que la naturaleza, si no se cuida, se apaga.
Para iniciar la ruta al Yelmo, basta con acercarse a Manzanares el Real, ese pueblo de cuento con su castillo medieval. Desde El Tranco, en el extremo noroeste, se accede a las sendas que serpentean entre jaras y piornos, dibujando el camino hasta la pradera que precede a la cara sur del Yelmo.
Desde aquí, solo queda rodearlo y ascender por la chimenea de roca hasta la cumbre. Arriba, el aire es distinto. Y el mundo, por un momento, se siente un poco más en calma.
Macizo de Peñalara
Entre bosques de pino silvestre y laderas que cambian de piel con las estaciones, el macizo de Peñalara se alza como uno de los grandes tesoros naturales de la Sierra de Guadarrama.
A apenas una hora de Madrid, lejos del bullicio y las prisas, esta montaña guarda en sus entrañas lagunas de origen glaciar, vestigios de un pasado helado que aún resiste en la altitud. De todas ellas, la más célebre es la Laguna Grande de Peñalara, un espejo de agua fría y serena que refleja el cielo como si lo sostuviera.
La ruta comienza en el puerto de Cotos, a 1.800 metros de altitud, el mismo punto de partida de otras travesías legendarias como el Camino Schmid o la subida a Siete Picos. Desde aquí, el sendero asciende con calma hasta la cumbre de Peñalara, que con sus 2.428 metros no solo es la más alta de la sierra, sino que guarda en su cima una pequeña capilla dedicada a la Virgen María.
A lo largo del camino, los hitos naturales se suceden: Dos Hermanas, el risco de los Claveles, el risco de los Pájaros. Todos ellos, alineados en un juego de luces y sombras que cambia con cada paso.
Pero aquí la belleza es frágil. Peñalara es un ecosistema glaciar que sobrevive en un territorio de clima mediterráneo, donde el verano llega seco, largo, implacable.
La escasez de lluvias y el aumento de las temperaturas amenazan la vida de este paraje. Ni la protección del parque nacional es escudo suficiente contra el cambio climático: la montaña se calienta, el agua retrocede, el equilibrio se resquebraja.
Quizá por eso caminar por estas sendas se siente como un privilegio. Porque el tiempo apremia, y la naturaleza, aunque generosa, no es eterna.
Siete Picos
La ruta de los Siete Picos es uno de esos lugares que atrae como un imán a los amantes de la montaña en Madrid. Este conjunto rocoso del Sistema Central, que se extiende entre la Comunidad de Madrid y la provincia de Segovia, asciende hasta los 2.138 metros sobre el nivel del mar, como un guardián silente entre dos territorios.
El sendero circular de diez kilómetros nos lleva a recorrer las siete cumbres de Navacerrada, una travesía accesible para toda la familia, incluso para los más pequeños. No exige grandes esfuerzos, pero sus vistas —que se despliegan sobre la ciudad y el horizonte— son el tipo de recompensa que convierte cualquier paso en un suspiro de satisfacción.
Navacerrada, con su mezcla de colores en verano y su manto blanco en invierno, se convierte en uno de los puntos más conocidos y visitados de la sierra madrileña, un refugio para los que buscan tranquilidad o emoción en cualquiera de las estaciones.
Y si miras bien, esta formación rocosa parece contar una historia muy antigua. Se le conoce también como la Sierra del Dragón, un nombre que se remonta a la Edad Media, cuando su perfil dentado, visto desde la vertiente madrileña, recordaba al cuerpo de un dragón descansando.
Entre sus caminos, uno de los más célebres es el Camino Schmidt, que nos conecta con la tradición y el espíritu aventurero de la sierra. Aquí, la historia y la naturaleza se abrazan, creando un paisaje que es tanto un reto como una recompensa.
Camino Schmid
El Camino Schmid es uno de esos senderos que no solo nos lleva por la sierra, sino también a través del tiempo. Reconocido y venerado por los montañeros, su trazado se remonta al siglo pasado, cuando los primeros exploradores de la Sierra de Guadarrama decidieron trazarlo, abriendo paso a la aventura en estas tierras.
El recorrido arranca en el Puerto de Navacerrada, accesible incluso desde el centro de Madrid en tren, como si el mismo viaje te invitara a adentrarte en un mundo diferente. A lo largo de sus caminos pedregosos, el Schmid nos conduce por algunos de los lugares más emblemáticos del senderismo madrileño.
Entre ellos, la fuente de la Fuenfría, un paraje donde el agua parece surgir de las entrañas de la montaña, y el Bosque Pinar de la Umbría, un refugio de sombras y silencio que da respiro a todo aquel que se detiene a escuchar el susurro de sus pinos. En cada paso, el paisaje se siente más profundo, más antiguo, como si este camino hubiera sido siempre parte del alma de la sierra.
Las Cascadas del Purgatorio
Enclavadas en un rincón donde los pinos, sauces y avellanos se abrazan, al norte de Madrid, las Cascadas del Purgatorio son una joya natural que atrae tanto a quienes buscan escapar del ruido de la ciudad como a los amantes del paisaje intacto. Esta ruta, además de su belleza casi salvaje, te transporta a otro tiempo, a la Edad Media, cuando el Puente del Perdón y el Monasterio del Paular custodiaban estas tierras con su aire místico y sereno.
A lo largo del sendero, el río Lozoya va trazando pozas cristalinas, como pequeños espejos que reflejan la tranquilidad del entorno. En primavera, cuando el deshielo acaricia las aguas del Arroyo del Aguilón, la ruta cobra una nueva vida, como si el propio paisaje respirara.
Un camino sencillo, sin pretensiones, accesible para cualquiera, pero que, sin embargo, guarda en su sencillez toda la grandeza de la naturaleza y la historia que lo acompaña. A los pies de la capital, la quietud de este rincón parece recordarnos que la belleza también se encuentra en lo cercano, en lo que está al alcance de un paso.
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¡Feliz lectura! 🌊
Me encanta la búsqueda de la calma como forma de conectar con nosotros mismos; imposible pensar con tanto ruido.
Algo que noté la última vez que estuve en Madrid es la velocidad y el bullicio. Vancouver es una ciudad mucho más tranquila y más integrada en la naturaleza. Fue todo un choque volver. Qué importante volver.
En fin, bravo. Ha sido como si leyera al maestro Tolkien en cada ruta que nos has regalado. 😍
P. D.: «Silente» es una de mis palabras favoritas del castellano. 🫠
En mi caso no se trata tanto gran ciudad o pueblo, me pasa con Madrid que siendo preciosa, a partir del tercer día me siento como encerrada... En mi caso es la falta de 🌊⛱️ y parecerá que no, pero las personas que nos hemos criado cerquita del mar, donde la vista alcanza el ♾️, la brisa, el olor al salitre se convierte en una necesidad 💖Feliz finde ✨