El relato que reavivó mi fuerza interior
El poder de la resiliencia: un viaje de aceptación, amor y fortaleza.
¡Hola! Soy Cristina Garay, periodista especializada en lifestyle consciente, viajes y sostenibilidad. En este rincón virtual encontrarás inspiración para vivir como sueñas, reflexiones sobre crecimiento personal, consejos sobre lifestyle consciente, mindset y viajes. ¡Suscríbete aquí para unirte!
🖋 El tema de hoy: una historia que se ha instalado en mí.
∞ Hoy te recomiendo: el té matcha (el bueno) ha sido un gran descubrimiento para mi cabecita dispersa, tiene un efecto en mí tan diferente al café que lo amé desde el minuto uno.
🚐 Viajes: este fin de semana escapo a un pueblo de Segovia a disfrutar de la vida lenta.
🌿 Conscious tip: entender mis ciclos ha supuesto un cambio brutal para mí. Así como la naturaleza tiene estaciones, tú también atraviesas momentos de expansión y de quietud. No te fuerces a florecer cuando tu energía pide descanso, ni te limites cuando sientas un impulso de crecimiento. Observa tu ritmo interno y actúa en consecuencia.
👩🏻💻 Journal prompt. “Si soltara el miedo, la duda y las expectativas ajenas, ¿qué haría diferente hoy?” 🌿
🎶 Qué estoy escuchando mientras escribo:
Down by the water - Ocie Elliott. Cabecita loca - Mr. Kilombo.
Lo confieso.
Cuando una historia me atrapa, no me suelta: vive conmigo, me ronda, se instala en cada rincón de mis pensamientos. Hace unos días os hablaba del poder del pensamiento en un post sobre esos pequeños rituales matutinos que han cambiado mis días. Decía:
Hace unos días me quedé petrificada revisando mis redes.
Me topé con la historia de una chica de 26 años que me absorbió totalmente durante más de media hora. Me sacudió las entrañas, las excusas, e hizo que esta pequeña acción se convierta cada mañana en la más importante de las tres.
Su nombre es Valeria. Es una chica deportista y aventurera que vive en plena naturaleza. Hace un mes, cuando bajó del coche para comprar unos tacos para cenar en un puesto callejero, dos coches chocaron a su lado y, de pura mala suerte, la arrollaron.
Estuvo cuatro días luchando por sobrevivir en el hospital tras varias operaciones que terminaron en la amputación de sus dos piernas. Tan solo tres semanas más tarde del accidente, conocí la historia de Valeria a través de unos stories en los que estaba entrenando en su casa para fortalecer los muñones, poder ponerse las prótesis cuanto antes y decir adiós a la silla de ruedas.
“Nadie puede quitarnos el poder de elegir nuestra actitud ante la vida”, decía. “Cuando los pescadores no pueden salir a pescar, reparan sus redes”.
Aún me tiene realmente asombrada su fortaleza mental.
Valeria ha sido inspiración pura desde el primer instante en que supe de ella. Como un Pepito Grillo, susurrando verdades esenciales. Esas que a menudo sepultamos bajo el peso de la rutina.
Le he seguido la pista desde el primer día. No creo ser la única fascinada por su fortaleza; su actitud ha atraído a decenas de miles de seguidores sin apenas publicar. Hoy, por primera vez, he escuchado su historia en su propia voz, en sus propias palabras. Una entrevista brillante, sin desperdicio:
He visto el vídeo dos veces, absorbida por la potencia de cada palabra, de cada gesto, como quien encuentra en las experiencias ajenas una lección que le pertenece. Y es que, al mirarlo, no solo observo lo vivido, sino todo lo que se puede aprender a través de él. Por eso, hoy siento la necesidad de compartir con vosotros la reflexión que ha quedado grabada en mí.
Lo que más me impactó, desde el primer momento, fue la calma con la que relata algo tan devastador. La entereza con la que se enfrenta a lo impensable, su transparencia, su fortaleza. Al hablar de un momento tan traumático como estar tirada en el suelo, sangrando y en shock, dice: “cómo pasan las cosas, que tuve la suerte de que un amigo que acababa de realizar un curso de primeros auxilios estaba con nosotros”. Es un agradecimiento profundo que se cuela entre las grietas de la tragedia.
Negación, coraje, resiliencia
Cuando le preguntan a su novio, la respuesta es igualmente reveladora: “Lo primero, tuvimos una expedición increíble, no pudimos tener una mejor experiencia de despedida de las piernas de Val”. Un agradecimiento sincero, que subraya la capacidad de ver el lado positivo incluso cuando la realidad te ha golpeado con toda su crudeza.
Después, ella pone en valor la templanza de su amigo, que le hace el torniquete, y la fuerza de la familia que, al recibir la noticia, reaccionaron con calma y cogieron tres vuelos para estar a su lado en unas horas. Una red de apoyo que no solo se construye con palabras, sino con acciones, con la entrega.
“Eran momentos de muchísima incertidumbre y desesperación”, relata, pero incluso en ese caos hay espacio para el humor. “Me dijo: avisa a mis papás y por favor también avisa a mi trabajo”, explica él entre risas, con una mirada que deja ver el humor incluso en un momento tan oscuro. Ella ríe: “era importante, no me voy a conectar el lunes, se complicó”.
Me quedo escuchando, embelesada. Cuando describe el instante en que, por primera vez, se da cuenta de que ha perdido una pierna, repite: “Cómo pasan las cosas, que en ese momento San y la doctora estaban allí, (…) son momentos de pensamientos muy oscuros y tenerlos allí me reconfortó muchísimo”. Y aunque el dolor de la pérdida es palpable en su voz, se entrelaza con una profunda gratitud por la presencia de quienes estaban a su lado en ese abismo.
Cuando habla de cómo asumió la pérdida de la segunda pierna, dice: “Recuerdo una conversación que me cambió la perspectiva, (…) dijo, estamos todos aquí tomando la mejor decisión para ti, y salvar tu pierna no necesariamente es la mejor opción para ti, está muy dañada y a la larga puede traer infecciones que incluso pueden poner en peligro tu vida, muchas cirugías, muchos procedimientos y mucho dolor”. Una lección de aceptación, de comprensión profunda de los límites del cuerpo y de la vida misma.
Aceptación y fortaleza
“Pues ya me mocharon” fue lo que dijo al salir de la operación que la dejó sin piernas. Su novio, con una mezcla de alivio y determinación, afirma: “ahí dije: sí, ya pasó, ya vamos para arriba”. Y así, entre la devastación y la reconstrucción, se encuentran con la fuerza para seguir adelante.
“Me reconfortaba tanto ver a mis seres queridos”, dice Val, “yo decía: bueno, pues no estoy sola. Han sido los días más difíciles de mi vida, pero a la vez he vivido cosas tan hermosas. La vida tiene maneras de acomodarte en esos momentos y darte mucho amor. Me sentí súper rodeada de amor en todo momento”.
“Todo mi proceso en el hospital fue puro amor. La vida tiene formas de enseñarte que, a pesar de todo (…) el amor lo puede todo, lo cura todo”. En sus palabras, no hay espacio para el rencor ni para el derrotismo, solo una aceptación profunda del amor como fuerza que te mantiene en pie.
Él, que la acompaña en todo momento, también reconoce algo que ella no menciona con la misma claridad: su increíble fuerza de voluntad. “Este es mi nuevo cuerpo, y tengo que salir adelante, le voy a echar ganas para volver a caminar”. Una frase sencilla, pero que refleja una batalla interior que no todos tienen la capacidad de librar con tal determinación.
“Lo que más he aprendido de esta situación es que el poder de los pensamientos es enorme. Si yo me creo que mi vida se acabó y que esto es el fin, estoy creando esa realidad, pero si trato de ver el lado positivo (…) pueden salir cosas bonitas de tragedias y situaciones así, y cuando mis pensamientos eran así, mi realidad no era tan mala. Entonces me di cuenta: yo tengo el poder de controlar qué pensamientos quiero cultivar en esta situación”. Esta revelación, tan profunda como liberadora, es la que marca un antes y un después en su vida. Y la que puede marcarlo en toda realidad, por diferente que sea.
Luego, reflexiona sobre cómo la vida transcurre en automático, dando por sentado lo que en realidad es frágil y fugaz. “Todos venimos a esta vida a aprender, a trascender y a dejar algún tipo de impacto, y esto me abre la oportunidad de dejar una huella positiva en mi entorno más cercano y quizá más grande”. En su voz se escucha la certeza de que, aunque el cuerpo se transforme, la oportunidad de impactar sigue viva.
Cuando el entrevistador le pregunta a San qué ha aprendido de Val en este proceso, su respuesta es sencilla pero poderosa.
“¡Qué no he aprendido! La fuerza viene del interior, el poder del amor lo puede todo. A veces yo me despierto y no tengo ni ganas de salir de la cama, y la volteo a ver a ella y está con una sonrisa. (…) Es pura inspiración”. Un recordatorio de que la vida es un regalo, y que solo en el agradecimiento encontramos el verdadero sentido.
“Tenemos energía limitada y tenemos la oportunidad de ponerla donde queremos, no encasquillarnos en porqués que no van a ningún lado”, dice Val con firmeza. Y él, con una profunda admiración, cierra con palabras que resuenan en todo su ser: “Que se amen, que se quieran, que den gracias, porque la gratitud es súper importante. Es un día a la vez, todo pasa”.
Y así, en sus voces, se cierra un ciclo de sufrimiento transformado en lección, de dolor convertido en fuerza. Porque, al final, todo pasa. Y lo que queda es la gratitud, el amor y la voluntad de seguir, siempre, adelante.
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¡Feliz lectura! 🌊
Gracias por compartir esta historia, me parece brutal su fuerza de voluntad
Deberíamos tener en mente historias como esta como ejemplo de aceptación (la vida es injusta, dijo alguna vikinga que yo me sé), de pura fuerza de voluntad y como bien dices, de gratitud: seguro que al final del día siempre hay algo, aunque sea pequeño, que podemos agradecer.