20 cosas que aprendí en mi primer mes escribiendo en Substack
Exploro los descubrimientos más reveladores de mi primer mes en Substack: lo que he aprendido, cómo todo ha tomado un nuevo significado y el papel imprescindible que has tenido en este viaje.
¡Hola! Soy Cristina Garay, periodista especializada en lifestyle consciente, viajes y sostenibilidad. En este rincón virtual encontrarás inspiración para vivir como sueñas, reflexiones sobre crecimiento personal, consejos sobre lifestyle consciente, mindset y viajes. ¡Suscríbete aquí para unirte!
🖋 El tema de hoy: mi experiencia en Substack.
∞ Hoy te recomiendo: la publicación de Substack @El Limonero.
🚐 Viajes: Cabo de Palos en 3…2…1… (Si me deja la lluvia!! Wish me luck!)
🌿 Conscious tip: al escribir, a veces borramos por miedo a lo que estamos creando. Permítete escribir sin autocensura, sin buscar la perfección en cada palabra. La escritura es un proceso, y solo permitiéndote soltar las expectativas puedes acceder a un flujo más auténtico y creativo.
👩🏻💻 Journal prompt: “Si pudiera escribir una carta a mi yo del pasado o del futuro, ¿qué le diría sobre mi relación con la escritura?” 🌿
🎶 Qué estoy escuchando mientras escribo: Her, JVKE. The war, SYML.
Hace un mes, volví a escribir.
Tras casi una década como periodista — tecleando para medios de todos los tamaños, algunos enormes, otros diminutos, pero todos alineados con mi brújula en un principio —, terminé por rendirme a un detox de dos años sin una sola palabra.
El burnout de escribir hasta 6 piezas diarias. La sensación de falta de sentido. La falta de valoración y cuidado del equipo. El 9 a 19 en una oficina que devoraba los días. La precariedad de un oficio que pide todo y devuelve poco. Así, sin darme cuenta, me alejé de lo que siempre había sido mi hogar: contar historias que necesitan ser contadas.
Dos años de silencio autoimpuesto, de preguntarme si mi voz aún tenía un lugar, de albergar en mi cámara la pasión que ya creía perdida. Y, de pronto, Substack.
Al regresar a las teclas, todo ha sido diferente. No he hallado presión, ni métricas, ni esa ansiedad asfixiante por complacer una actualidad vertiginosa o a estresados - y a veces nefastos - editores.
Encontré algo mejor: libertad, comunidad y el recordatorio de por qué escribir siempre fue mi hogar.
Un primer mes en Substack, una revelación. Me ha permitido reencontrarme de una forma que nunca imaginé. Reconciliarme con las teclas con la sensación de volver a casa después de un largo viaje. Con una diferencia; ahora la casa tiene otra luz, otros colores, otro significado.
Y todo, gracias a vosotros. A cada persona que me regala su tiempo. Que lee, comenta y se suscribe.
Esta comunidad ha sido un refugio. Una confirmación de que contar las historias que necesitan ser contadas sigue siendo necesario.
Aquí van diez cosas que he aprendido en este camino de regreso:
1. Escribir desde la libertad lo cambia todo
Durante años, mi relación con la escritura estuvo mediada por pautas editoriales, fechas de entrega y métricas de tráfico.
Con exigencias de ritmo, escribir, investigar, entrevistar y contar dejó de ser un placer para convertirse en un trabajo extenuante, un constante esfuerzo por cumplir expectativas ajenas.
A menudo, los temas más duros de investigar y de contar eran los menos leídos. El clickbait más absurdo acaparaba todas las miradas. La desconexión con el lector era total. Y así, poco a poco, mi absoluta pasión por el periodismo y la palabra se fueron desgastando.
Pero aquí, en este rincón, la escritura ha vuelto a ser juego, descubrimiento, expresión genuina. Un acto de libertad. Escribir aquí es también, a veces, un acto de responsabilidad, pero también un acto de gozo.
La energía cambia cuando las palabras fluyen sin miedo. Aquí no se trata de generar tráfico, ni de encajar en una estrategia de contenido; se trata de compartir ideas, emociones, aprendizajes.
Y eso lo cambia todo.
2. La comunidad lo es todo
Tenía miedo.
Miedo de haber perdido el pulso, el tono, la voz. Siempre fui camaleónica, pero tenía miedo de no recordar cómo jugar con las letras sin la rigurosidad periodística. Miedo de escribir para nadie, de hablar en el vacío.
Pero desde el primer día, estabais aquí.
Leyendo. Comentando. Compartiendo vuestras propias historias. Recordándome que la escritura no es un monólogo, sino un puente.
Cada mensaje que recibo es una certeza: no escribimos solo para nosotros. Escribimos para provocar algo en el otro, para abrir espacios de conversación, para hacer del lenguaje un refugio.
La escritura siempre es, en el fondo, un acto de unión. Unión de emociones, unión de conciencias, unión de información, unión de un escritor y su lector.
Y Substack me lo ha recordado de la manera más maravillosa: a través de vosotros.
Algunos de vuestros comentarios me han conmovido profundamente:
“Tienes una habilidad para escribir, que con solo leerte puedes ilustrar lo que pudiste presenciar. Mil gracias por existir y nacer con la intención de compartir tu talento. Es un honor leerte”.
“Tienes la capacidad de transportar con las emociones, sensaciones y reflexiones...”.
“Me maravilla cómo describes todo lo visto y lo sentido. Nos transportas, vemos a través de tus ojos...”.
Gracias por cada una de estas palabras.
Son un regalo para el alma que atesoro y que me recuerda por qué escribir ha vuelto a ser una parte esencial de mi vida.
3. Regularidad, pero no a costa del gozo
Me prometí que no caería en la trampa de la productividad tóxica.
No hacer de este espacio otra fuente de presión. No forzarme a llenar huecos en un calendario sin alma.
Encontrar el equilibrio ha sido un aprendizaje en sí mismo.
Quiero escribir cuando tenga algo genuino que decir, cuando las palabras fluyan con naturalidad. Al mismo tiempo, la inspiración no siempre llega por sí sola. A veces, hay que convocarla, crear las condiciones para que aparezca. Los años de escribir durante horas ayudan, pero lo había olvidado.
Tener una rutina ligera, sin presión de publicar si no quiero, me ha ayudado a encontrar esa constancia sin que se sienta como una carga.
Substack me ha permitido reconciliarme con la idea de la regularidad sin que eso signifique forzarme. Y esa es una lección que me hubiera gustado aprender mucho antes.
4. El síndrome del impostor se domestica
Volver a escribir después de tanto tiempo me hizo sentir fuera de lugar.
Me suelo debatir entre el deseo de compartir y el miedo a no saber definir de qué temas hablar. A no estar a la altura. A no tener nada nuevo que aportar.
Pero con cada post publicado, con cada comentario recibido, con cada persona que me ha dicho “esto me llegó”, he ido recordando algo esencial: nuestra voz siempre tiene valor. No necesitas un gran medio detrás para tener valor.
No hay una única forma de escribir, ni un solo tipo de historia que merezca ser contada. Lo que importa es la autenticidad, la conexión, la verdad que se transmite entre las líneas.
El síndrome del impostor sigue visitándome a diario - sobre todo porque nunca había publicado de forma tan “ligera” - pero la única forma de combatirlo es seguir adelante, seguir escribiendo, seguir compartiendo.
No desde la perfección, sino desde la honestidad.
5. El crecimiento viene de la conexión, no de la viralidad
En los medios, la obsesión por las métricas es constante.
El éxito de un artículo se mide en calidad editorial, sí, pero también en clics, en shares, en engagement. La presión por producir es agotadora cuando se suma una rigurosidad editorial del más alto nivel.
En Substack, he redescubierto el valor de la escritura ligera: hay belleza infinita en lo sencillo.
6. Escribir vuelve a ser un acto de amor
Y esto es lo más importante.
Durante mucho tiempo, la escritura fue mi refugio, mi forma de entender el mundo. Luego se convirtió en un trabajo, en una carga. En algo que debía hacer para sobrevivir.
Ahora, gracias a Substack y gracias a vosotros, ha vuelto a ser amor. He recuperado la alegría de plasmar ideas, historias, de jugar con las palabras, con los estilos, de compartir sin miedo.
Escribir vuelve a ser un acto de amor. Un regalo que me doy a mí misma y, cuando creo que tiene algún valor, también a vosotros.
7. El miedo a la vulnerabilidad se transforma en fortaleza
Dichosa vulnerabilidad. A pesar de llevar muchos años trabajando de escribir, aquí es un ejercicio totalmente diferente. Publicar mis pensamientos más íntimos, mis emociones, mis reflexiones más profundas, es totalmente nuevo.
Pero descubrí que ese miedo se transforma en una gran fortaleza.
Cuando he compartido miedos, dudas, momentos de crisis o aprendizajes desde el fracaso, es cuando más eco han tenido mis palabras. Porque ahí, en la vulnerabilidad, en la emoción, es donde todos nos reconocemos.
Y me habéis mostrado que no hay nada más poderoso que la autenticidad compartida.
8. No hay “post perfectos” para escribir
Durante años, he dedicado horas interminables a dar vueltas sobre el mismo artículo. “Hasta que esté suficientemente bien”, me decía. Esperaba el "momento perfecto" para publicar.
“Necesita más tiempo”, “en la comida le doy una vuelta”, “voy a pasar a este otro tema y vuelvo más fresca”, y un largo etcétera de excusas para no estar nunca orgullosa.
Citaron uno de mis reportajes en la publicación de Estados Unidos como uno de los highlights del año de un medio internacional y, al verlo, en lugar de orgullo, sentí vergüenza: “sabía que tenía que haberle dedicado más tiempo, no estaba perfecto y ahora todos lo van a ver”, pensé.
Aquí he aprendido a soltar esa necesidad de validación externa, a aceptar que alguien me lea desde la mediocridad. Aquí, escribir se convierte en algo valioso en el proceso mismo, no en la espera de la perfección.
9. El silencio también tiene valor
Al principio me sentía culpable por los períodos de silencio. Pronto entendí que es tan valioso como las palabras escritas.
Hay momentos de introspección, de pausa y reflexión, que dan más valor y peso a lo que creas después.
Escribir no es solo el acto de plasmar palabras; también es el acto de escuchar, de investigar, interiorizar y dar espacio a lo que necesita ser dicho.
10. Lo que escribo tiene un impacto
Como periodista, divulgar y concienciar siempre ha estado en el top de mis objetivos. Al llegar aquí, acostumbrada a tener un gran altavoz, pensé que todo iba a quedar en el vacío.
No sabía si mis palabras realmente inspiraban a alguien. No veía el impacto inmediato, no veía sentido. Con el tiempo, he sentido la gran conexión que tengo con vosotros y un impacto mucho más profundo de lo que imaginaba.
11. La paciencia en el proceso creativo
La escritura es un viaje, no un destino.
Antes, me apresuraba a querer tener todo listo de inmediato, a forzar ideas, a buscar resultados rápidos. Ahora, he aprendido que la creatividad no se puede apurar.
He aprendido a ser paciente conmigo misma, a confiar en el proceso y a no obsesionarme con la velocidad.
12. La escritura es una forma de autoexploración
Volver a escribir ha sido también un ejercicio de redescubrimiento personal.
He aprendido cosas sobre mí misma que no sabía antes: al escribir por primera vez desde lo personal, cada texto, cada reflexión, me permite explorar y entender mejor mis pensamientos, emociones y deseos.
Este tipo de escriitura me permite descubrir quién soy ahora, en este momento de mi vida.
13. La imperfección es lo que hace que las palabras sean auténticas
Antes sentía que cada texto debía ser perfecto, bien estructurado y sin errores. Pero he aprendido que la imperfección tiene su propia belleza.
Las frases que surgen sin filtro, las ideas incompletas, los momentos de duda, todo eso hace que la escritura sea más humana y auténtica.
La perfección no es lo que me conecta con los demás, sino la vulnerabilidad y la honestidad con la que expongo mis pensamientos.
14. Cada lectura es una nueva oportunidad para aprender
Aquí en Substack, la oportunidad de aprender constantemente es un regalo.
Los post de miles de escritores, las interacciones con los lectores, los comentarios, las conversaciones que surgen. Todo me ha permitido enriquecer mis ideas y ver las cosas desde nuevas perspectivas.
Es un ciclo continuo de crecimiento y aprendizaje, un proceso de escritura sea aún más valioso. No solo comparto mis pensamientos; también aprendo de todos vosotros.
15. La escritura te obliga a ser constante, pero flexible
Si has estado un tiempo leyéndome, sabrás que soy un absoluto caos. Mi cabeza dispersa no es precisamente lo mejor para la disciplina, y escribir requiere un poco de eso.
Pero también es importante una mente abierta y flexible. En Substack, he ajustado mi enfoque según lo que sucede a mi alrededor. He adaptado mis escritos y soy más flexible con mis plazos y enfoques.
La escritura no es una obligación rígida; puede adaptarse a medida que mi alrededor cambia.
16. Lo que escribo es solo una parte de la historia
La escritura no se limita a lo que pongo en la página. Eel proceso de escribir es también el proceso de explorar lo no dicho.
A menudo, el acto de escribir me lleva a descubrir cosas que no sabía que sentía o pensaba.
Las palabras son solo la punta del iceberg; lo que yace debajo es aún más complejo e interesante. Y me permite adentrarme en mi mundo interno con mayor profundidad.
17. El retorno a las raíces es un acto poderoso
Muchos de nosotros comenzamos a escribir por una razón personal: un deseo de expresarnos, de contar historias, de entender el mundo.
A medida que crecemos, el entorno cambia, las expectativas aumentan y a veces perdemos de vista por qué empezamos a escribir.
Este regreso a Substack me ha permitido reconectar con mis raíces, con la pasión que sentí al principio. Ha sido un acto de volver a lo esencial, a lo que realmente importa.
18. Escribir es también un acto de resiliencia
Volver a escribir después de tanto tiempo de incertidumbre ha sido un acto de valentía y resiliencia.
La escritura no solo me ayuda a procesar el mundo, sino que también me enseña a enfrentar la adversidad con más fortaleza y confianza.
19. Escribir para mí misma también es suficiente
Me preocupaba si lo que escribo tiene valor para los demás.
Y, en el fondo, escribir para mí misma también tiene un inmenso valor. No todo lo que comparto tiene que ser recibido o comprendido por otros. Y no todo lo que escribo debe ser compartido.
Escribir me ayuda a sanar, a comprender, a expresarme. Y a encontrar mi propia voz. Si los demás lo encuentráis significativo, será un doble regalo.
20. Está bien no tener todas las respuestas
Aentía que debía seguir un camino claro y lógico antes de lanzarme a construir algo aquí. Pero la escritura es un proceso mucho más fluido y desordenado.
Algunos días, mis pensamientos no encajan en un esquema claro. He aprendido a abrazar la incertidumbre en mi proceso creativo, a permitir que las ideas se desarrollen a su propio ritmo, sin la necesidad de tener todas las respuestas de inmediato.
Todos estos aprendizajes te los debo a ti. Así que gracias. Gracias por leer, por estar, por acompañarme en este regreso.
Eres tú quien ha hecho posible que vuelva a encontrar sentido en esto que tanto amo.
Nos seguimos leyendo. 🤍🖋
🖋 Quizá te guste
💬 Me encantará leerte
Cuéntame lo que te nazca en los comentarios, me encanta leeros.
Si este post te inspiró, únete a Lo que mi perro me enseñó, cuéntame en un comentario ❤️ y comparte esta reflexión con alguien que lo necesite.
¡Feliz lectura! 🌊
Me gusta sobre todo la calma que desprende lo que escribes. Se contagia y me la quedo.
Tal como comenta Sonia, ACERTASTE al volver a escribir, pero también acertaste, al hacer esa pausa y entender que debías separar el trabajo de tu talento y comenzar a ser tu, frente a ese teclado para demostrale al mundo que, como mencionas, " hay belleza infinita en la sencillez." Sigue escribiendo desde el alma, que las letras acá, se juntan a tu favor.