¿Es Substack el futuro del periodismo? El regreso al formato largo y la confianza perdida
Cómo newsletters, podcasts y creadores independientes están reescribiendo las reglas del juego informativo en la era digital.
¡Hola! Soy Cristina Garay, periodista y fotógrafa especializada en cultura, lifestyle consciente, viajes y sostenibilidad. En este rincón virtual encontrarás inspiración para vivir como sueñas, reflexiones sobre crecimiento personal, consejos sobre lifestyle consciente, mindset y viajes.
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🌍 Dónde estoy escribiendo esta semana: en el tren, de camino a Valencia. Hay algo del traqueteo que me recuerda que las buenas historias siempre llevan su propio ritmo.
🌿 Conscious tip: consume información como quien cuida lo que come. ¿Te nutre? ¿Te conecta con algo más grande? ¿O solo llena espacio?
👩🏻💻 Journal prompt: “¿Qué voces dejo entrar en mi cabeza y cuáles necesito silenciar para escuchar la mía?”
🎶 Qué estoy escuchando mientras escribo: Light Years — The National, The Wheel — SOHN, A Concert Six Months From Now — FINNEAS.
Hay algo que nunca se dice en voz alta cuando decides estudiar periodismo. Ni siquiera a ti mismo.
No lo advierten en las universidades, ni aparece entre esas promesas de oportunidades. Pero lo intuyes desde el primer día: estás entrando en un mundo que no es ya el que soñaste.
Sí, yo de niña soñaba con recorrer el mundo, conocer personas diferentes a mí y descubrir las historias que el mundo necesita conocer. Una mezcla dulce de pasión por la curiosidad, la exploración, la conexión, el deseo de sacar a la luz esas historias y esa fe en que, a través de las palabras, podías conectar mundos enteros.
Nada más poner un pie en la universidad, comencé a sentir que ese enfoque ya estaba perdido. Me di de bruces con otra realidad: las métricas pesaban más que la verdad, el mundo estaba cambiando, un algoritmo invisible reescribía, silencioso, las reglas del juego, y el clickbait fue dinamitando nuestra confianza, arrastrándonos a todos: periodistas y lectores.
Años después, esa sensación difusa se ha vuelto dogma. La aceleración, las redes sociales, la infoxicación, los creadores de contenido, la inteligencia artificial y un largo etcétera de factores cada vez más imprevisibles. Vivimos en una centrifugadora.
Todo es inmediato, todo es efímero. Las redacciones ya no son templos de rigor, sino maquinarias que compiten con timelines infinitos y trending topics diseñados para que los olvidemos al minuto, cuando se impone el siguiente.
“Los desafíos simultáneos crean una situación aparentemente imposible”, afirma el ejecutivo de medios Pablo Cheung en Predictions for
Journalism de Nieman Lab. “2025 presenta al periodismo su momento Kobayashi Maru: un escenario imposible creado por dos fuerzas convergentes”.
Así explica su referencia trekkie:
“Captura a la perfección la difícil situación actual de la industria periodística: una industria que enfrenta múltiples amenazas existenciales donde los enfoques tradicionales parecen cada vez más inútiles, pero lo que está en juego para la democracia y el discurso público sigue siendo crucial”.
Los medios tradicionales han perdido su gran trono en el ecosistema informativo, al tiempo que la inteligencia artificial y las redes sociales han cambiado por completo nuestro modo de consumirla. La confianza y la autoridad perdida de los medios nos abocan a un desastre aún mayor a causa de la desinformación.
Y, en medio de ese terremoto, los creadores independientes —a menudo sin formación periodística— acumulan audiencias que rivalizan incluso con medios como el New York Times. Aaron Parnas, un abogado con más de 370.000 suscriptores en Substack y un millón en TikTok, labró su periodismo comenzando a subir vídeos a esta misma red social, algo abismalmente alejado de lo que hasta hace escaso tiempo sostenía el oficio.
Parece habernos pasado desapercibido el inmenso peligro de que miles de youtubers o creadores de contenido, sin ningún tipo de rigurosidad, dibujen hoy la opinión pública de nuestros jóvenes más de lo que lo hacen los grandes periodistas.
Y cuando la información pierde su ancla, la desinformación ocupa el vacío.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Reinventar la relación del periodismo con la tecnología y la audiencia debe partir de un enfoque no solo muy innovador, sino con un alto nivel de ambición, para así garantizar la relevancia y la sostenibilidad del periodismo en la era digital.
“Esta transformación no se trata solo de supervivencia, sino de cumplir con el papel esencial del periodismo en la democracia”, afirma Cheung.
Una oportunidad para volver al origen
Coincido con la escritora Geetika Rudra cuando afirma en Niemans Lab que, este año, “el periodismo tiene la oportunidad de volver a sus raíces” al acoger “una clara demanda del consumidor de una autenticidad extensa y profunda”.
Una oportunidad para volver a esas historias largas, hondas, sin prisa. El periodismo que no pide permiso a la inmediatez, sino que respira. Que no busca el clic fácil, sino la conversación profunda.
Ella habla de un anhelo: conversaciones significativas que representen el amplio y matizado espectro de quiénes somos. Porque entender el mundo requiere tiempo. Requiere complejidad. Requiere, también, cuidar la voz.
Y la respuesta es precisamente lo que dejamos morir: el formato largo es nuestra única brújula. Es la manera de reencontrar al periodismo con la misión con la que surgió: conectar a las personas con las ideas, con las experiencias y - me atrevería a decir que, sobre todo - conectarnos entre nosotros. Tal y como defiende Geetika, la narrativa extensa nos ayuda a comprender de verdad el mundo en toda su complejidad.
Lo vemos en los podcasts, que son ya la nueva piedra angular de la confianza. Según el Índice de Confianza en Marketing de Podcasts 2024, un tercio de los estadounidenses cambió de opinión sobre un tema después de escuchar un podcast. No por manipulación, sino porque alguien se tomó el tiempo de explicar. De argumentar. De conectar.
“Se trata de cómo seguir construyendo cuando todo a tu alrededor parece derrumbarse”, dice Linda Solomon Wood, directora del National Observer de Canadá.
Ahora, en un 2025 con los cimientos de la democracia tan frágiles, me inspiro en su historia para creer que un pequeño grupo de personas decididas puede construir algo que marque la diferencia.
“Vivimos en una época de fragmentación e hiperpolarización mediática”, afirma por su parte Millie Tran. “Centrarse en los extremos puede ser incómodo. Al fin y al cabo, la mayor parte de la vida transcurre en zonas grises. Pero los extremos pueden traer claridad”.
Y construir significa elegir bien dónde poner la atención. Tran lo plantea así: en un extremo está la información inmediata, que necesitamos para no naufragar en el día a día. En el otro, el periodismo profundo, que desafía las ideas cómodas y saca a la luz lo invisible. La clave es no conformarse con uno solo.
Y, desde ambos, expliorar la excelencia, la vida, el aprendizaje de las zonas grises. Entre los extremos. Ahí donde aún hay espacio para la información, pero también para la duda, la conversación, la escucha atenta.
“En una era de fragmentación mediática, ¿existen aún maneras de llegar a las audiencias masivas?”, pregunta en redes sociales uno de los medios que más está tratando de combatir la incertidumbre con innovación, Semáforo.
“Hay mucho en juego”, afirma Tran. “Los medios de comunicación, como todas las instituciones democráticas, pueden caer si no se defienden . Y para que el periodismo se defienda, primero debemos luchar por mantener nuestra relevancia”.
¿Qué nos queda?
Quizá la pregunta no sea si Substack es el futuro del periodismo. Quizá la pregunta sea si es Substack quien ha devuelto al periodismo estos espacios más lentos, hondos, humanos. Si la única manera de salvar el oficio es despojarlo de su corsé y devolverle su voz.
Quizá la respuesta esté en pequeñas comunidades de lectores comprometidos que hagan posible el trabajo de los periodistas en quienes confían. En newsletters que no buscan viralidad, sino confianza. En periodistas que vuelven a contar esas historias que necesitan ser contadas con el tiempo, el espacio y la escucha necesarios.
Como dice Tran: “los medios pueden caer si no se defienden”. Y defenderlos pasa, hoy, por volver a lo esencial. A escribir y leer como si nos fuera la vida en ello, porque así es.
Y volver a creer, como cuando éramos niños, que las palabras pueden cambiarlo todo.
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¡Feliz lectura! 🌊
Cristina, primero que todo ¡gracias!
Yo trabajé por mucho tiempo en un periódico y viví en carne propia como se fué perdiendo la esencia del periodismo. En vez de hacer fuerza, fueron sediendo ante los nuevos conceptos, en vez de irse adaptando, se fueron rindiendo. Estamos en la era de lo digerido, tu lees, tu resumes y tu entregas tu opinión en un video de 5 minutos, y ahí van muriendo los lectores. Pero hay esperanza, gente preocupada como tu, con la idea y las ganas de ese resurgir y conexión entre escritor y lector, con la escencia amarrada de nuevas estrategias. Vamo'arriba!!!!
Hola Cristina. Encantada de leerte.
Coincido contigo en la necesidad de volver a las raíces. De no perder de vista el rigor. Pero no tanto en la idea de equiparar Substack con periodismo.
La comunicación ha cambiado completamente. Las fuentes son múltiples. Todo el mundo se ha convertido en emisor.
Substack puede marcar la alternativa a las redes sociales como las conocemos hasta ahora, satisfaciendo quizás la necesidad de personas que desean leer con más calma, dar espacio a un ritmo diferente. Las novelas siguen existiendo. Y también las personas que disfrutan con ellas. Pero el hecho de convertirte en referente, como el youtuber que comentabas, no te convierte en periodista.
Substack ha llenado un espacio que era necesario en mi opinión. Y con temáticas y personas de todas las profesiones e inquietudes.
El buen periodismo sigue existiendo, a pesar de este ritmo infernal, a pesar de la infoxicación de la que hablas también en tu texto. Coincido en que debe defenderse. Y también creo que los lectores deben tener una posición crítica, buscarlo y exigirlo.
En definitiva, una situación muy compleja en un mundo que cambia muy rápido.
Gracias por tus letras.